Sunday, January 22, 2006

Parábola del buen fotógrafo


Hace unos días, dando un paseo por la Alhambra, advertí que todas las personas con las que me cruzaba llevaban una máquina fotográfica. No cabe duda de que, efectivamente, estamos en la era de la imagen. Por eso se me ha ocurrido la parábola del fotógrafo: una comparación entre el contenido de la doctrina cristiana y las características de una buena fotografía.

En mis conversaciones con fotógrafos inexpertos (http://fotoinexpertos.blogspot.com) les suelo explicar que hay cuatro elementos fundamentales que ha de reunir toda fotografía con aspiraciones: afinar en el encuadre, acoger la luz, otorgar dinamismo y transmitir un mensaje.

Acaba de publicarse el “Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica” (Asociación de Editores del Catecismo, Barcelona, 2005). Por su naturaleza, de reducida dimensión, resulta abarcable para los fieles corrientes, y facilitará la comprensión de la fe católica con una visión global y sintética de su contenido. Como una buena fotografía integra los cuatro elementos:

a) Al encuadre –objetivo principal- corresponde el contenido objetivo de nuestra fe, lo que debemos creer, que se presenta en el Credo.
b) A la luz –como algo que se recibe gratuitamente- le corresponde la Gracia, recibida a través de los sacramentos;
c) Al dinamismo –el movimiento de la vida- le corresponde el arte vivir, esa antropología cristiana, que nos ofrecen los 10 Mandamientos; y
d) Al mensaje que debe transmitir toda instantánea, me parece que le corresponde con mucha analogía, la oración. Esa comunicación fluida que los hombres mantenemos con Dios.

En definitiva, la parábola quiere transmitir, que para no caer en un cristianismo de inexpertos hemos de conocer con profundidad esos cuatro aspectos de la doctrina cristiana y –más aún- hemos de emplearnos con soltura, si queremos que nuestra vida transmita ese mensaje cristiano con plenitud y atractivo.

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